Los políticos mexicanos son una especie sorprendente. Hace poco, viajando por Zacatecas, me encontré de frente con rastros de esos personajes que aunque sabemos que son de carne y hueso, porque toman decisiones que nos impactan y afectan a los demás, parecen sacados de alguna novela de Juan Carlos Onetti, de Gabriel García Márquez, o de Mario Vargas Llosa.

No es solo su falta de sensibilidad social, su despotismo, o el empeño que muestran por hacer que la gente se olvide pronto del pasado. Lo que llama la atención de esta clase política es que no se diferencia por sus orígenes partidistas o ideológicos, sino por algo más simple: porque están o no están en el poder. La gente los padece por igual, a unos un sexenio, a los otros, al siguiente.

Fui a Zacatecas por motivos profesionales en los días en que se movilizaba por las calles de la capital, una facción importante del sindicato minero. Su presencia en las calles me hizo recordar la lucha de otros de sus compañeros, en aquellos no tan lejanos años 80s, pero a diferencia de la lucha de aquellos mineros de Hidalgo, que solicitaban a las empresas ropa y equipo adecuado para bajar al fondo de la mina a hacer su trabajo, lo que me llamó la atención es que esta protesta no era contra las empresas sino, todo lo contrario, en defensa de su centro de trabajo.

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SDP Noticias
28 de Febrero de 2017