No sólo somos las y los mineros, en las fábricas, en las oficinas, en el campo, la historia es la misma: un sector productivo traicionado y agredido. Llevamos siete años en los que, en lugar de recibir algún tipo de apoyo para vivir mejor, hemos sido robados con legislaciones que disminuyen el salario y, a la par, nos cargan con más impuestos.
El futuro de la clase trabajadora está en riesgo. Hoy pagamos, en algunos casos, hasta 40 por ciento de lo que ganamos en impuestos. Nos lo quitan sólo por el hecho de trabajar. ¿Y qué obtenemos? Absolutamente nada.
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